Ahora sí que la primavera ya ha llegado y la acompaña el entusiasmo y las ganas de disfrutar del jardín, de preparar nuestros espacios para que luzcan bellos y llenos de color durante meses, de observar la naturaleza en nuestra casa, como nos cambia el ánimo y nos llena de alegría.

Es precisamente ahora cuando toca preparar ese tiempo de disfrute al aire libre.

Es el momento de plantar los bulbos que más delante durante el verano nos van a sorprender con sus espectaculares y duraderas floraciones. Unas flores que volverán a aparecer durante el próximo año sin la necesidad de muchas atenciones ni cuidados. Recomendamos sin ningún tipo de duda rodearnos de bulbos, son unas plantas tremendamente agradecidas que nos sorprenden cuando más lo necesitamos.

LIRIO ORIENTAL

Caracterizado por su enorme belleza y su característica fragancia (sobre todo de noche), es una planta de bulbo de sencillo cultivo que, protegida del frío durante el invierno, volverá a florecer el verano siguiente.

Más allá de contar con un buen drenaje, el Lilium necesita tener al menos media día de sol por lo que tendremos que elegir cuidadosamente dónde plantarlo (admite también las macetas). Otra precaución especial es la profundidad de plantación del bulbo (entre 11 y 15 centímetros) ya que ésta determinará que los tallos estén sustentados para poder florecer correctamente.

DALIA

Bulbos de verano: Dalia

Otra habitual de los jardines de nuestro país. La Dalia, además de tener una floración hermosa, presenta otra ventaja importante: a su variedad de colores, hay que sumarle el enorme abanico de tipos de Dalia que existen. Algo que la convierte en flor perfecta, independientemente de cómo sea nuestro espacio verde ya que siempre encontraremos el estilo de Dalia que mejor se adecua a nuestro jardín, terraza o balcón.

La versatilidad de la Dalia es tal que admite, incluso, ser plantada en interior. Tan solo necesitará una buena dosis de sol y un riego acorde con esa exposición. Y, si queremos ayudarla a florecer todavía mejor, un abono de floración que podemos aplicarle en los meses de otoño e invierno (evitando siempre los meses de sol fuerte, ya que podría quemar el bulbo).

Dado que proceden de ambientes tropicales, tanto en bulbo como en flor la amarilis nos demandará una buena luminosidad. Al crecer en estado natural en zonas boscosas y selváticas, tendremos que evitar que la exposición al sol sea directa ya que puede quemar las hojas o retrasar el proceso de crecimiento del bulbo. Si el cultivo de la amarilis se da dentro de casa, lo ideal es que la ubiquemos en una habitación luminosa sin exceso de temperatura y siempre alejada de cualquier fuente artificial de calor, como son por ejemplo los radiadores o cualquier otro sistema de calefacción.

Para que crezca con fuerza, es fundamental que prestemos especial atención también al espacio de plantado si no lo hacemos directamente en suelo. Si nos decidimos por un tiesto, nunca tendrá que ser mucho más grande que el bulbo de la planta, y tendrá que contener preferiblemente una mezcla de sustrato rico en materia orgánica y una capa inferior de arena. Esto se debe, fundamentalmente, a que la amarilis requiere una buena pauta de riego pero siempre evitando encharcamientos. Y es que el exceso de agua, como sucede con las orquídeas, puede hacer que el bulbo se pudra y gracias a la arena estaremos consiguiendo facilitar el drenaje.